Lo importante es lo que no se ve

Despertar

Somos testigos permanentes, pero involuntarios, de todo lo que nos sucede durante la vigilia. Y digo involuntarios, porque no podemos elegir ser o no ser testigos de nosotros mismos. Esto y no ser concientes de nuestra presencia es lo mismo. Recién en el manejo voluntario de nuestro devenir obtenemos la testificación real de nuestra existencia. En un caso la vida nos consume, nos devora; en el otro, servimos la vida al plato y la consumimos diariamente, siendo la vida misma nuestro único alimento.

El esfuerzo humano
El testigo involuntario es abordado por las circunstancias. De repente algo le sucede, la vida lo somete impidiéndole elegir entre estar o no estar frente al suceso que experimenta.
Se debe adaptar a la condición que el devenir le propone, así sea un estado de felicidad, como de angustia o desesperanza.
También deberemos adaptarnos a la felicidad, si somos testigos involuntarios.
Como sea, el testigo involuntario no es dueño de lo que obtiene de la vida, dado que es la vida la que obtiene de él sus reacciones. Las que produce al intentar buscar el equilibrio que lo conforme.
En este caso, la vida se alimenta  del testigo involuntario (hombre dormido), que se entrega como si fuese un alimento.
El hombre es un testigo involuntario natural, y de forma inercial y lineal se va «encontrando» con su vida. Cree que elige, pero las cosas le suceden, dado que el devenir es más veloz que él, por lo que jamás podría tener una elección conciente.
Cuando siente que eligió en realidad lo que hizo fue aceptar, o no, lo que le ha ocurrido.
La felicidad del hombre común es directamente proporcional a su grado de aceptación. Y su insatisfacción es directamente proporcional a su grado de negación.
Desconoce la verdadera felicidad, que se desprende de una vida conciente. El hombre dormido es el alimento del tiempo.
En cambio, el testigo voluntario u hombre despierto, debe lograr prever el suceso, dado que el acto voluntario tiene su raíz en la posibilidad de elegir entre diferentes opciones y para ello debe “verlas” antes de que ocurran.
Esto sólo es posible si logró anticiparse a lo que quiere abordar o evitar.
El testigo voluntario debe «ver antes» las realidades factibles.
Por el contrario el hombre dormido acepta, o no, la realidad que le sucede.
El hombre despierto ha pasado de ser esclavo del tiempo a ser su amo. Y así, como el hombre dormido domina el espacio, él domina el tiempo.
Aborda el suceso, y somete al devenir. Elige estar, donde, cuando y como quiere.
La felicidad no le sucede, la tristeza tampoco, ambas son sus decisiones.
El testigo voluntario se alimenta del tiempo, y lo cristaliza en su nuevo cuerpo energético. Ha logrado transmutar el tiempo en espacio, el plomo en oro.
Él ha logrado construir en su interior el cáliz. La copa sagrada en donde contiene y fortalece su espíritu.
El testigo involuntario, no logra anclarse en la roca firme de un Yo único, por lo que permanece a la deriva. Dependiendo de la frágil e inestable voluntad de sus yoes múltiples.
Y cada destello de luz (conciencia) que surja de esa ciudad infernal, será entregado como alimento, dentro de la boca milenaria de Cronos.
El testigo voluntario transita «su tiempo» como el hombre común recorre «su espacio».
Y así como el hombre dormido puede establecerse en el lugar que vive, el hombre despierto puede abordar y situarse en el suceso que elija.
Al nacer traemos la condición natural de ser testigos. Con el tiempo sabremos que somos fulanos o fulanas haciendo tales o cuales cosas en determinados momentos y espacios. Pero todo lo sabremos después de que ha ocurrido, de ahí nuestra permanente y profunda angustia.
Nada sabemos que no haya sido, por lo tanto lo único que conocemos es el pasado.
Desconocemos el presente y el futuro, ambos espacios de tiempo vibran de manera tan sutil que no es posible asirlo para atesorarlo.
Pero el hombre despierto, o testigo voluntario, ha logrado  atesorar su presente. Por lo que puede elegir la acción correcta para arribar a su destino. Siendo que su futuro, es la inevitable resolución de su elección presente.
La condición de “testigo voluntario”, de “hombre despierto”, o de “cuerpo espiritual”, no es natural en el hombre, se la debe ganar.
Todos, hasta el hombre más vil, pueden obtenerla, pero no será por inercia o por evolución natural, deberán tener una intención, un deseo profundo para lograr el despertar de su conciencia.
Cuando el hombre común decide hacer un esfuerzo adicional (sobre esfuerzo), además del que realiza para sostener su existencia básica, es cuando comenzará a sentir que la mirada de Dios se posa sobre sus pasos.
AXSER

Fuente: http://ciudaddedios-axser.blogspot.com/2011/10/somos-testigos-permanentes-pero.html

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